



Toda la modernidad (homosexual y heterosexual) anda de un tiempo a esta parte con la chorra fuera con Terry Richardson, ese fotografo de polla pública que ha conseguido hacerse hueco en el telediario tras fotografiar a unas diosas desnudas para el calendario Pirelli.
Taschen, libros de referencia para hacer bulto en estanterías Ikea para parejas paletas que estrenan casa y convicencia, ha sacado un libro muy aparente a precio de saldo. Of course, el citado libro ya está en mi casa.
Ayer antes de caer rendidos en el plegatín, Elo echó un vistazo a ese repertorio de penes y guarredidas de Terry, ese calvo con bigote muy orgulloso de mostrar a la mínima su polla americana. Cuando lo termine de leer, prometo que intentaré hablar con propiedad del fotografo referencia de la sociedad más orgullosamente atormentada.
El libro de Scott Schuman aka The Sartorialist es harina de otro costal. El fotografo/blogger neoyorquino ha sacado a la venta una elegante recopilación fotográfica muy newyorker. En ningún momento tienes la sensación de estar viendo otra cosa que no sea una buena colección de viandantes fotografiados muy bien vestidos, todos ellos seres muy amables, todos ellos con una curiosa historia detrás. Estos son los pequeños retales que constituyen esa cosa tan complicada de explicar llamada vida neoyorquina.
Scott Schuman en su visita a tierra patria, comentaba que la gente de Madrid no le paraba de pedir perdón por el estilo conservador que nos caracteriza a la hora de vestir. Sartorialist no paraba de justicarse comentando que le encantaba la visión hermosamente conservadora que nos caracterizaba a la hora de escoger ropa para nuestro armario. NOTA: De Barcelona dijo que la gente viste con muchos colorines.
Tras el punto final de la aventura en país sucio de Meritxell y Alazne, afirmo sin ningún tipo de duda que mi programa favorito en MAYUSCULAS de la parrilla televisiva es El Cirujano de Cuatro, espacio protagonizado por el cirujano de cabecera de travelos, amputados y mujeres sin vagina. Aunque la mitad del mismo me paso con un cojín encima de la cara, me encanta comprobar que una mujer sin vagina es penetrada con una especie de tuneladora en forma de dildo XXL o como un montañero sin pene después de muchos años en la sombra es recompensado con una tranca de dimensiones bíblicas fabricada con la piel del antebrazo.
Mi momento estrella fue cuando una stripper que tenía más polvo acumulado que la Mansión Hefner, acudió al cirujano para que le recortara los labios genitales que teninan forma de filete de pollo pocho. Parece que la chica andaba cabizbaja porque un muchacho le dijo que tenía el conejo fofo. Significativa y gratificante fue la entrevista postoperatoria donde nuestra protagonista reconocía que andaba todo el día en comandos y contemplando con la ayuda de una espejo su nuevo toto de niña de 12 años.
Investigando sobre el tema, encontré una encuesta en la web de Cuatro que me parece simplemente enternecedora...
¿Se sentirá Sonia (Sonia antes de la operación tenía DNI con nombre varón) una mujer plena tras la operación? El 89% piensa que sí, que todo será distinto. Sin embargo el 8% considera que tendrá que superar diferentes problemas psicológicos.
Espero como agua de Mayo mujeres con tres pezones, hombres con penes salidos del mismo ojete, hombres con pollas elefante, mujeres acomplejadas por las míticas tetas calcetín...